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La globalización de las operaciones comerciales acaecidas en las últimas décadas así como la volatilidad observada en los precios de los commodities obliga a las empresas y/o operadores del sector agro-industrial a participar de los mercados internacionales con nuevas estrategias de intervención en procura de lograr una mayor estabilidad en los retornos logrados. Esta operatoria se basa en las siguientes estrategias de “cobertura de riesgos”: a) “vender la fuente de riesgo”, esto es, alterar la estructura de los activos de riesgos, favoreciendo a los menos riesgosos, con el impacto lógico sobre los márgenes de rentabilidad; b) “diversificar los portafolios”, subdividiendo y recomponiendo los riesgos, al mismo tiempo que se reduce la volatilidad; y c) “comprar un seguro”, que permite mantener el potencial de rentabilidad al mismo tiempo que se acota la pérdida a través de la venta de productos “derivados”.
Históricamente, los instrumentos más conocidos para la administración racional de los riesgos han sido los seguros, que particularmente cubren riesgos físicos. En la actualidad, los derivados son instrumentos óptimos en relación a los primeros porque no sólo cubren los riesgos sino que permiten “apalancar” las ganancias. Al mismo tiempo, estos instrumentos presentan características propias ya que su precio está determinado o es derivado del valor de un activo subyacente como puede ser el precio de un commodity.
En base a lo antes expuesto, la flexibilidad que poseen estos instrumentos se constituye en la base de las operaciones para acotar riesgos y mantener metas de rentabilidad, variables definidos por los mismos agentes que participan de estas operatorias y cuyo objetivo central es lograr niveles elevados de previsibilidad en contextos que se materializan a futuro.