Por Flavio Buchieri
La vertiginosidad de Argentina convierte en polvo e historia lo que pasó no hace más de un mes y tras el resultado demoledor de las últimas elecciones PASO. El ritmo de inestabilidad extremo que vivimos en los últimos días y que llevó a que el gobierno actuara de apuro instrumentando diferentes medidas casi sin coordinación y ubicación temporal entre sí es el resultado de la sorpresa que el propio resultado electoral que allí se gestó generó tanto al oficialismo, la oposición, el FMI y el propio Gobierno de los Estados Unidos, que tan comprometido estuvo con la campaña electoral de Mauricio Macri. Ninguna consultora previó una brecha tan grande entre los dos principales contendientes. Sólo la firma
Federico González & Asociados estimó nueve puntos de diferencia a favor de Alberto Fernández con lo cual el resultado obtenido en las PASO parece y/o luce hoy casi indescontable de aquí y hasta las elecciones de Octubre. Y, por supuesto, las presiones acerca de cómo podría gestionar Alberto Fernández la administración del Estado así como el diseño e instrumentación de las correcciones a los graves desequilibrios que afectan al país ya comenzó a ejercer su efecto sobre el propio candidato y su espacio político-electoral. No sorprende entonces que los errores, apresuramientos, palabras descontextualizadas y la propia ansiedad de quienes ya se sienten ganadores haya actuado como “nafta avivando el fuego” de una situación donde el propio oficialismo ha venido perdiendo el control y la propia gravedad del cuadro macroeconómico acentúa la inestabilidad creciente en las propias variables de la economía como en su proyección inter-temporal. Así, la probabilidad de una nueva crisis cambiaria y/o bancaria con default de los compromisos externos, en un contexto de altísima inflación, aumento de la pobreza y vacío
institucional hasta que se produzca el reemplazo de Presidentes hoy está en la mente de todos los actores económicos. De allí el apresuramiento con que el Gobierno ha respondido a la situación crítica que se atraviesa, instrumentando medidas que el propio Macri desestimó y/o anuló apenas llegó al Poder. Estamos entonces, en términos del set de medidas económicas instrumentadas por el Gobierno, en un punto casi similar al punto de partida del Gobierno de Macri en Diciembre del 2015, habiendo corregido algunos desequilibrios -como el déficit fiscal primario y la déficit externo, por la fuerte recesión en marcha, el déficit energético y el reposicionamiento del país a nivel mundial- pero agravado otros – como el recrudecimiento de la inflación y la pobreza, el nivel de deuda externa, la dependencia instrumental del FMI, la bola creciente de las LELIQs, y el cierre de los mercados voluntarios de deuda, entre otros- aspectos que van a constituir casi la agenda de temas prioritarios que Alberto Fernández seguramente tendrá que enfrentar. Así, comenzaremos hablar, como muchas veces en el pasado, del “peso de la herencia recibida”. De Cristina Fernández de Kirchner a Mauricio Macri. Y de este último a Alberto Fernández.
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