Si Javier Milei, a título personal, es fascista o no, es irrelevante. Lo que resulta verdaderamente significativo, al menos para quien escribe, es si el término fascista ayuda a caracterizar este gobierno que, como todo gobierno o expresión política más o menos representativa, se nutre de diferentes identidades políticas, incluso contradictorias, al menos en ciertos aspectos.

Hay que reconocer que el término “fascista” es una categoría fundamentalmente europea, difícil de replicar en el contexto americano. Sin embargo, es posible que la propia particularidad del mileísmo pueda modificar esta situación y provocar un encuentro de nuevo tipo. Por otra parte, también es cierto que el término es confuso desde el comienzo y puede significar muchas cosas. Puede hacer referencia a un conjunto relativamente vago de características políticas, a un espectro de experiencias delimitadas temporal y espacialmente, o incluso al caso específico que da origen al término: el fascismo italiano. En consecuencia, vistas estas dificultades conviene explicitar algunos de los rasgos esenciales que caracterizan a este tipo de identidad política lo cual es indispensable para distinguir con mayor claridad en qué medida el mileísmo se nutre de componentes que responden a este concepto. Esto es lo que proponemos en el presente texto.